¡Una historia que nunca escribí!

El presente texto, configura una historia que nunca escribí, que no es de mi autoría. 
Su autor original es mi abuela materna, escrito hace muchos años atrás (¡ni siquiera había nacido!). 
De lo único acaso soy culpable es de su transcripción y difusión.

Niña sonriente en un carro tirado por un pony junto a un abuelo caminando al atardecer en el campo, con una estrella brillante en el cielo simbolizando amor y memoria.


¡Una historia que no escribí! pero sí mi abuela materna…

Hoy veo a mi hija de 13 años y a mi padre reír felices como dos chiquilines, el abuelo ató el petizo al carrito que él mismo construyó, mi hija subió al carro, tomó las riendas y marchó riendo y paseando junto a mi padre; mi hija nunca había subido a un carro y al verlos felices a los dos, volvieron a mi memoria los años tan lindos de mi infancia, y entonces nació la idea de escribir algo de la vida de mi querido padre.


Quiero contarles algo de la vida de un hombre, un hombre que es mi querido padre.


¡Qué hermoso hogar aquél formado por una pareja feliz con 6 hijos!, 5 niñas y un niño, esperando el séptimo; retrocedo en el tiempo y veo a mi madre feliz, siempre sonriente, haciendo los quehaceres de la casa, preparando la comida y nosotras jugando despreocupadas como todo niño feliz; a las 11 de la mañana nos llamaba para aprontarnos para ir a la escuela, íbamos 4 niñas y nos quedaba lejos; ella aprontaba el aperitivo a mi padre que llegaba del trabajo (era el mate amargo que ella le cebaba antes del almuerzo). Después nos servía el sabroso puchero o los jueves los ricos tallarines que ella amasaba (como pobres gracias a Dios nunca nos faltó) y marchábamos contentas a la escuela.


Enero de 1948 con todo su esplendor llegó y llegó el séptimo hijo de aquel hogar feliz. ¡Qué felices veo a mis padres!, pues era otro varón. Pero también la desgracia llegó, pues mi madre de apenas 33 años enfermó gravemente. Y el médico aconsejó internarla y una oscura noche, la blanca ambulancia como un fantasma se llevó a mi madre al hospital y después ya nunca volvió al querido hogar, pues Dios la llamó a su lado y mi padre con sus 7 hijos quedamos solos hundido en el más profundo dolor. Todavía suenan en mis oídos las palabras de los vecinos, ¡que va hacer!, pobre hombre con tantos hijos chicos. Y yo miraba a mi padre que no decía nada, solo lloraba, con un llanto ahogado; él era joven, no había cumplido los 37 años y 7 hijos de 13,12,10,8,4 y 2 y el más pequeño recién nacido.


Recuerdo cuando volvimos a casa junto a papá, todos tristes y callados, vino la madrina de una de mis hermanas y le pidió que le diera la ahijada para tenerla al cuidado de ella, otras tías quisieron ayudarlo pidiéndole al varón de 2 años, pero mi padre dijo no, yo los criaré a todos como si estuviera la madre, ya me las arreglaré. Y así fue con cariñó de padre y madre, porque eso fue mi padre, madre y padre a la vez; luchó, luchó sin desmayos hasta que crecimos; nos mandó a la escuela, nos educó y nos enseñó a respetar y ser honrados.


Todos los vecinos lo admiraban, como no nos separó nunca y cómo nos crió tan unidos. Con sacrificio y la ayuda de Dios, que le dio fortaleza para no decaer en los amargos años vividos, él mismo levantó la casita en la que hoy vivimos junto a él.


¿Sebes mamá? Hoy tengo 42 años, hace 13 que también soy madre y cuando miro a mis hijos, tus nietos, me preguntan “-mamá, ¿cuál es tu mamá?” entonces vuelven a mí, mis inocentes 12 años y les digo, “-esta noche se las voy a mostrar”; y a la noche les digo, “-¿ven aquella estrella, aquella que más brilla, que nos brinda más luz?, esa es mi madre” y yo te veo como cuando yo era niña, porque tú reinas en mi firmamento y mis hijos aprendieron a adorar a esa estrella.


Mamá; cuando Dios te llamó a su lado yo era tan niña, te necesitaba tanto, pero en mi tierno corazón palpitaban mis inocentes 12 años, ¿y sabes cuál fue mi resignación?… Te simbolicé en una estrella. Los ángeles del cielo te hacían rondas y te coronaban de rosas. En esa estrella yo veía tu rostro con tu sonrisa de siempre y de tus ojos derramabas rayos de luz que me guiaban y alumbraban siempre por el sendero del bien.


Así han transcurrido 30 años.


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